La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que el envejecimiento de la población es la “historia del éxito de las políticas de salud pública, así como del desarrollo social y económico”.
Cada vez más personas llegan a la vejez, son longevas y tienen mejor calidad de vida. Pese a que los adultos mayores de hoy tienen pocas similitudes a un viejo de décadas pasadas, en algunos lugares aún se los sigue encasillando en imágenes obsoletas y negativas.
Desde los ámbitos académicos, profesionales y políticas públicas hace tiempo que se trabaja en el rescate y la manifestación de los puntos positivos de esta etapa del ciclo de vida.
Y una tarea fundamental la realizan todos los días los propios mayores, quienes rompieron los viejos modelos de vejez y moldean nuevos, donde se los muestre activos, capaces, portadores de experiencia, con ganas de enseñar y aprender, de participar en actividades sociales, de volver a enamorarse.
En las últimas décadas, desde la ciencia se cambió la mirada sobre la vejez, que comenzó a ser redescubierta. Es importante porque hace más de un siglo estuvo ligada a la enfermedad, al deterioro, al duelo y (científicamente) se empezó a ver que los viejos no están tan enfermos como se suponía y que el hecho de tener alguna patología no significa que la vida sea un desastre, ni dolor permanente.
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